La hemorragia cerebral es la complicación potencialmente más grave de una MAV, pudiendo causar la muerte del paciente o provocar déficits neurológicos severos. Se estima que el riesgo de sangrado de una MAV es de aproximadamente 2-4% anual. Después de un sangrado, el riesgo de una nueva hemorragia parece ser mayor que el de las MAV sin sangrado, al menos durante el primer año.
En ocasiones, pueden identificarse en los estudios neurorradiológicos (fundamentalmente en la angiografía cerebral) datos que sugieren un mayor riesgo de sangrado en una determinada MAV.
El pronóstico de una MAV depende del daño cerebral establecido, así como su tamaño y localización, que determinan la posibilidad o no de un tratamiento que permita su cierre completo.
Hay MAV que, por su tamaño, localización o características especiales no van a poder ser eliminadas definitivamente con ninguno de los procedimientos sin asumir un riesgo excesivo, por lo que se decide no realizar ningún tratamiento y controlar periódicamente mediante técnicas de imagen.
En cualquier caso, la decisión de qué tratamiento/s aplicar, en qué orden y en qué
momento debe de ser ajustada a las características de cada caso particular y valorada conjuntamente por todos los profesionales que participan en los distintos tipos
de tratamiento.
El médico responsable expondrá al paciente y/o sus familiares las opciones terapéuticas decididas, sus beneficios, sus riesgos y las posibles alternativas si las hubiera.